Imagen robada de google
Vuelvo a sentir tu presencia a mi lado, bajo las sábanas. Noto tus fríos
pechos acariciando mi espalda, pero esta
vez no has llegado sola. Hay alguien más en la en la habitación; ignoro porque
lo sé, pero lo sé. No puedo explicarlo; es como si la estancia estuviese impregnada
por una especie de electricidad estática.
Ese desconocido ente está esperando, esperándome a mí mientras tú, tu
espectro o tu alma me protege. Rodeado por tus invisibles brazos, me siento “casi”
seguro.
La tarima del suelo cruje; son pisadas lentas que se escuchan de una
punta de la habitación a otra, de un lado a otro, hasta detenerse frente a tu butacón
preferido.
Huelo tu perfume; pero no a mi lado como otras veces. Baña suavemente
toda la habitación, mezclándose con otro olor acre y dulzón que jamás antes había
olido.
Quisiera poder comunicarme contigo para poder entender que está pasando. Recuerdo
aquella novela de Stephen King que una vez leímos. – Un golpe
para sí, dos para no>> –Y lo expreso en voz alta. No funciona.
– ¿Estás aquí conmigo? – Intento de nuevo. El silencio es absoluto.
Tus brazos me aprietan con más fuerza, mientras tu mano acaricia mi pecho,
noto tus brazos algo más pesados que otras veces, – ¿eres tú, cariño? << Un golpe para sí,
dos para no >> – No hay respuesta.
Oigo un crujido en la butaca, como si alguien o algo se moviese incomodo
sobre él. Tu mano ejerce una fuerza inusitada contra mi pecho, un dolor
insoportable me deja sin respiración, una densa humedad moja las sabanas y no
me hace falta mirar ni tocar para saber qué es; es mi sangre.
Noto mi corazón salir por la apertura que tu mano (con una precisión de
cirujano) ha creado en mi pecho. Tan solo restan dos o tres latidos para extinguirse.
– ¿Me has matado tú, mi amor? << Un golpe para sí, dos para no. >>
Un golpe sordo suena cercano a la butaca; luego un breve silencio; y después
otro golpe.