Seguidores

lunes, 21 de octubre de 2013

EL BUTACÓN

Dibujo de Raúl Álvarez

Vuelvo a sentir tu presencia entre las sabanas. Noto tus fríos pechos acariciando mi espalda, pero esta vez no has llegado sola. Hay alguien más en la habitación; ignoro quien es y lo que quiere, pero sé que está aquí. No sabría decir porque lo sé; no sé cómo explicarlo, es como si la estancia se encontrase envuelta de una especie de electricidad estática.
Está esperando; esperándome a mí, mientras tú, tu espectro o tu alma me protege. Rodeado por tus invisibles brazos me siento casi seguro.
La tarima del suelo cruje; son pisadas lentas que se oyen de una punta de la habitación a otra, de un lado a otro, hasta detenerse en tu butacón preferido.
Huelo tu  perfume, pero no como otras veces. Baña suavemente toda la instancia mezclado con otro olor acre y dulzón más cercano a mí.
Quisiera comunicarme contigo como en aquella novela de Stephen King que leímos una vez y que en nuestra ignorancia (debido al amor que nos procesábamos), pensamos que podría funcionar para hablarnos entre nosotros cuando uno de los dos faltase: <<Un golpe para sí, dos golpes para no>>. No funciona. – ¿estás aquí conmigo? –Intento de nuevo. El silencio es absoluto.
Noto tus brazos más pesados que de costumbre, me abrazan con fuerza, mientras tu mano acaricia mi pecho. – ¿Eres tú, cariño? -<<Un golpe para sí, dos para no>>. No hay respuesta.
Oigo el sonido que produce el roce del cuero de la butaca, como si alguien se moviese intranquilo sobre él.
Tu mano ejerce una presión inusitada sobre mi pecho, un dolor insoportable de deja sin respiración, una densa humedad moja las sabanas y no me hace falta tocar para saber que es; es mi sangre.
Noto mi corazón salir por la abertura que tu mano, con una precisión de cirujano, ha abierto en mi pecho.
Tan solo restan tres o cuatro latidos para extinguirse. – ¿Me has matado tú, mi amor?
Un golpe seco suena cercano al butacón.
Luego un breve silencio.
Después otro golpe.        

domingo, 6 de octubre de 2013

ETERNO AMOR

Dibujo de Raúl Alvarez

Escucho sus latidos; lentos y rítmicos. Su respiración regular me hace saber que está dormida, y yo, acurrucado en su regazo me encuentro por fin tranquilo.
Levanto la cabeza lentamente; no quiero despertarla. Acerco mis cálidos labios a su mejilla fría. No, no quiero despertarla.
Y aquí, al calor de su gélido cuerpo me siento en paz; ya no hay dolor.
Sé que a partir de ahora, ella cuidara de mí y me protegerá. Y yo tendré toda la eternidad para amarla.    

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...