Imagen robada de Google (hasta que la quiten)
Escribo estas letras con desidia, mientras una mariposa posiblemente
bata sus alas en medio de ninguna parte, y a mí ni siquiera me importe.
Quizás, en este momento, tú mente recuerde parte de lo que algún día
fui; quizá mientras lloras; o tal vez mientras rías.
Tal vez recuerdes que ya no existe ese nuestro que tantas veces
pronunciamos y que termino siendo solamente un tuyo, o un mío.
Nunca leerás esta carta, pues antes de ser terminada acabará en el
cajón del olvido, arrugada y descolorida, para siempre; donde descansan otras
más.
Mientras el sol brilla en la calle calentando el mundo; yo, en el
abrigo del frío de la soledad sigo escribiendo; con desidia.
Escribiendo estas letras con la ayuda de una copa de olvido con sabor a
vino y que me recuerda al sabor de tus besos; dulces y etílicos.
Mañana, cuando el gallo me cante que es hora de despertar y con la ayuda del dios Baco, pasare unas
horas sin acordarme de ti, ni de tu nombre, ni de tu sonrisa que ahora recordar
me hace daño. Y seguiré sin recordarte hasta que alguien que no me recuerde a
ti me haga recordarte, y me lance en brazos de alguna mujer que me preste su
cuerpo a cambio de unas cuantas monedas, y busque en el fondo de su mirada
vacía la sombra de tu alma.
El reloj sigue su curso como de desojar una margarita se tratase; hora
te quiero, hora no.
Mi mundo giraba alrededor del satélite de tu amor y como una nova que hace implosión dentro de mi alma desgarrando todos mis deseos de seguir siguiendo.
Todo acabo; el amor dio paso al odio, y de ahí, nuevamente al amor. Ya
no sé si te amo o te odio, solo sé que sufro, y el sufrimiento se vuelve
desesperanza, y la desesperanza odio, y odio desesperarme y me desespera
odiarte tanto como te amo.
Mientras aquella mariposa bata sus alas en medio de ninguna parte y a
mí no me importe, seguiré escribiendo, con desidia, letras que a causa de las
lágrimas de mis ojos se convertirán en frías sombras de lo que un día intento
ser una carta de amor.