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miércoles, 12 de junio de 2013

PSICO-LOQUIO

Imagen robada de Google


Seis de la tarde un lugar cualquiera, de una ciudad cualquiera, en la consulta de un psicólogo cualquiera, al que por eso del anonimato llamaremos “Virgo”, pero que aquí nos referiremos a él como “Psicólogo”.
Entra en la consulta un escritor frustrado, con la pinta que debe de tener un escritor frustrado, al que llamaremos paciente, porque escritor frustrado en más largo.

Paciente –Buenos días.
Psicólogo –Buenas tardes.
Silencio…
Psicólogo –Túmbese ahí (señalando un diván).
Paciente –Gracias, pero no tengo sueño. Preferiría hablar de mi problema.
Psicólogo –Pues, si no le importa, me tumbare yo. Estuve toda la mañana jugando al pádel y me duele todo el cuerpo. Pero no se quede usted de pie, siéntese en mi sillón.

El escritor se sienta en el lugar indicado, coge unas gafas de pasta que se encuentran sobre una pequeña mesa situada al lado del butacón y se lleva una de las patillas a la boca.
Paciente – ¡Aja! Interesante, interesante.
Psicólogo – ¿Decía?
Paciente – Nada, nada. Perdone doctor.
Psicólogo –Llámeme “virgo”, ya sabe… por lo del anonimato.
Paciente –Gracias, usted puede llamarme “paciente”, porque escritor frustrado es más largo.
Psicólogo –Ah, ya.
Silencio…
Psicólogo – ¿Y si le llamo “paci”?
Paciente – ¡hombre, aún no tenemos tanta confianza!
Psicólogo –Esta bien, le llamare “paciente”, pero tiene cara de llamarse “Carlos”.
Paciente –Sí, me lo dicen muchas veces.
Silencio…
Psicólogo –Bueno, cuénteme, ¿qué le trae a usted por aquí?
Paciente –Verá doctor, no puedo escribir.
Psicólogo – pero… ahora mismo está escribiendo. Porque es usted quien está contando esta historia.
Paciente –No me refiero a eso, es que… no sé cómo esplicarlo.
Psicólogo –si no me dice exactamente que le sucede no puedo ayudarle. Por cierto, ¿ha escrito<<explicarlo>> con “s”.
Paciente –Sí, a veces me pasa.
Silencio…
Psicólogo –Venga, inténtelo de nuevo.
Paciente –pues verá. Yo cojo el bolígrafo y un papel e intento escribir algo así como:
“Volverán las oscuras golondrinas…”
Pero en el papel queda plasmado algo parecido a:
“A mí me gusta la gasolina…”
Psicólogo – ¿Siempre escribe con el mismo bolígrafo?
Paciente – ¡¿cómo?!
Psicólogo –ha dicho usted: <<cojo “el bolígrafo” y un papel>>. Eso me hace pensar que siempre usa el mismo bolígrafo para escribir.
Paciente –Sí, siempre es el mismo.
Psicólogo – ¿Y cómo es?
Paciente -¡Negro!
Psicólogo – ¿Es usted racista?
Paciente – ¿Por qué lo pregunta?
Psicólogo –Ha escrito negro entre exclamaciones y en negrita.
Paciente – (Agachando la cabeza) –no, solo que no me gusta la gente que no es como yo.
Psicólogo – ¿Blancos?
Paciente –No, escritores.
Silencio…
Paciente –tampoco me fio de los chinos, creo que nos vigilan.
Silencio…
Psicólogo – ¿A los escritores?
Paciente –No, a los blancos.
Psicólogo –Volvamos al problema que nos ocupa. A demás de negro, ¿cómo es el bolígrafo?
Paciente –De plástico.
Psicólogo –aja, ¿Qué más?
Paciente –Tiene una especie de sombrerito en la parte de arriba, también de plástico, que pulsas una vez y sale la punta por la cual se escribe, vuelves a pulsar y de vuelve a esconder.
Psicólogo –Alta tecnología (Dice mientras mira un punto imaginario de la habitación).
Paciente –Al principio tenía una lengüeta para que se sujetase dentro del bolsillo, pero como también era de plástico termino por romperse.
Psicólogo –  ¡Aja! Interesante, interesante.
Paciente –Eso ya lo decía yo.
Silencio…
Psicólogo – ¿De qué color tiene los ojos?
Paciente –  ¿Quién?
Psicólogo –Perdone, estaba pensando en otra cosa. Entonces, ¿diría a usted que es completamente de plástico?
Paciente –No es que sea un entendido, pero yo diría que sí.
Psicólogo – El bolígrafo del que hablamos, ¿Es de alguna marca en especial?
Paciente –Que yo sepa no. Me lo regalaron en un banco hace bastante tiempo. Ahora no regalan nada.
Psicólogo –De un banco (vuelve a clavar la vista en el mismo punto imaginario). –Ese puede ser el problema. ¿Ha pensado en escribir con lápiz?
Paciente –No se me había ocurrido. Siempre he pensado que era culpa del papel. Como soy un escritor frustrado, como ya sabe usted, pues nunca he tenido dinero, y escribo sobre cualquier extracto de los cajeros automáticos que me encuentro.
Psicólogo –No lo descartemos todavía, pero vamos a comenzar por cambiar el bolígrafo por un lápiz, (y si puede ser de los que llevan el borrador incorporado, mejor). Y tómese un antidepresivo cada ocho horas. Le cito para el próximo jueves a la misma hora.
Paciente – ¿Y cree que con esto (señalando una caja de pastillas, que no sabemos de dónde coño las ha sacado) escribiré como Vargas Llosa?
Psicólogo – (Riéndose a carcajada limpia) –ni de coña, seguirá escribiendo igual de mal que lo hace ahora.
Paciente –Gracias por su apoyo.
Psicólogo –De nada, por cierto, cuando salga cierre la puerta y apague la luz… o al revés.          

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