Despertó y ella no estaba,
Sorana se había vuelto a ir, y esta vez se llevó su alforja. Salió por la ventana, pues no le dejo ni dinero para pagar la habitación.
–¡Maldita zorra!- Otra vez le había robado y esta vez le enfureció de verdad.
Sorana se dirigía a Bidós siguiendo el mapa, todavía quedaba mucho para llegar a la piedra.
Al llegar a Bidós vio el templo del gran Salir, el sumo pontífice, el rey supremo del país.
Contaba la leyenda que en el centro del templo se hallaba una estatua del dios Sudok; era una estatua de oro macizo que en su mano sujetaba una gran esmeralda, esa esmeralda, ¡Por Falet!, que sería suya.
Hormel iba en una carreta de unos mercaderes de lanas que se dirigían a Porvell; le dejarían en el reino de los Holós, desde donde seguiría a pie hasta Denin.
El sol caía desde lo alto, calentando levemente. Hormel se quedó dormido un instante.
Le despertaron unos gritos que provenían del margen de la carretera; unos bandidos atacaban a los mercaderes. Saltó de la carreta, empuño su espada y atacó.
El primer bandido se encontró sorprendido con una estocada por la espalda que le salió por el estomago, al segundo ni siquiera le dio tiempo a girarse cuando recibió un puñetazo en la cara que le hizo caer al suelo, Hormel levantó su espada por encima de su cabeza con la punta hacia abajo y la bajó con furia contra el cuerpo del bandido.
El tercer ladrón se arrodilló frente a él suplicando su perdón.
Hormel nunca mataba a nadie que suplicase por su vida, pero unos de los mercaderes no pensaba lo mismo. Agarró un bastón y le golpeó en la cabeza hasta que quedó tumbado en el suelo, con la cabeza postrada en un charco de sangre.
Hormel se subió a la carreta y continuaron su viaje hacia Holás.
Cayó la noche; Sorana estaba escondida tras los arbustos que rodeaban el templo. Colocó una flecha en el arco y la lanzó contra el vigilante de la puerta clavándosele en el corazón. Agarró el cuerpo inerte del guardia y lo metió entre los arbustos, le quitó las llaves y abrió la puerta.
Cuando entró se quedó impresionada al ver las riquezas que allí se encontraban.
Había oro y diamantes por todas las habitaciones del templo.
Abrió la alforja de Hormel y comenzó a echar en ella todos los objetos de valor.
Allí estaba; enfrente de ella; la estatua del dios Sudok.
Muy fácil me parece a mí que ha entrado esta chica, ya veremos a ver como acaba esto...
ResponderEliminarBesitos