4. La chica de sus sueños.
Alfonso se dio la vuelta y se puso a mirar a la bailarina. –¿Ves a esa chica? Algún día será la madre de mis futuros vástagos.
Me giré; en la pista estaba bailando Sandra; una rubia de larga melena, generosos pechos y un culo contundente con la que yo me había enrollado alguna que otra vez. Hacia una cosa con la lengua que no he visto nunca hacer a otra chica.
–Vale, me parece muy bien, pero no he venido a hablar de tu futura ex mujer. Quiero que me cuentes en qué lío me has metido ahora.
– ¡Ay, amigo! Que te he metido en un lío es un poco relativo, pues ¿No es más cierto qué ya en el mismo momento en que nacemos no sabemos la vida que nos deparara el destino? Pues si al nacer estuviese marcado nuestro sino, ¿lucharíamos por conseguir nuestras metas?
–No me vengas con filosofadas y dime en qué andas metido. Han venido dos matones a hacerme una visita esta noche y me han contado no sé qué historia de un sobre con dinero que tu les has robado y piensan que lo tengo yo.
– ¡Ah ¿Es por eso?! No es nada; es un trabajo que hice para unos individuos. Un tema de drogas. Solamente me cobré mi comisión.
–Y ¿puedo saber cuál fue tu comisión? Estaban muy mosqueados, mira como me han puesto la cara.
–Nada, solamente seis mil euros.
– ¡¿Seis mil euros?! Espero que tengas el dinero todavía.
–Pues la verdad es que he invertido parte de ese dinero.
– ¿Qué has invertido el dinero? ¿En qué? ¿En bolsa?
–En bolsa no, aunque habría sido una buena idea. Lo he invertido en whisky y en putas.
– ¡Me cago en la madre que te pario! Y ¿Cuánto te has gastado en putas?
– Entre unas cosas y otras, cerca de mil euros.
Agaché la cabeza; no sabía si reírme o estamparle el vaso en la cabeza, pero hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un buen whisky y no hice nada.
–Bueno, ¿Y, qué piensas hacer para devolver el dinero? –Le pregunté, ya más relajado.
– ¿Yo? Absolutamente nada; el dinero me lo he ganado yo, y además ellos tienen mucho, no les hace falta.
–No sé cómo vas a sacarme de esta, ni como me has metido, pero yo no quiero tener problemas con “camellos”. Anda, invítame a otra copa.
Levantó la mano y el camarero preparó otros dos whiskys. Miré a la pista; en ese momento salió a bailar una chica que no había visto nunca. Era morena, con un cuerpo que ni siquiera había soñado en mi vida, pero lo que más resaltaba de ella eran sus ojos. Unos ojos verdes como las esmeraldas que había visto alguna vez por la tele.
Se movía con una sensualidad y una dulzura que no parecía de este mundo; mucho menos de este barrio.
La mayoría de chicas bailaban con cara de asco, enseñaban las tetas y se iban corriendo a la cabina para volver a bailar mientras los salidos se tocaban. Ella no, ella disfrutaba bailando.
El hielo de la copa se derritió antes de lo previsto (seguramente por el calor de mi nano) cuando volví a beber sabia a agua y lo apuré de otro trago justo cuando la chica dejaba de bailar.
–Oye, déjame cinco euros en monedas, ya te lo devolveré –dije a Alfonso, que ya llevaba demasiadas copas encima y se estaba distrayendo mirando el hielo de su whisky.
– ¡Como flota! La voy a pedir que se case conmigo.
– ¿Qué Dices? –pregunte, pues creía qué no le había entendido bien.
–Que voy a ir a hablar con ella para que se case conmigo. Camarero, pon otra copa a mi amigo.
El camarero sirvió otra copa y le di un trago.
– ¿Con quién, tío? Déjame cinco euros y luego habla con quien quieras.
Metió la mano en el bolsillo, sacó un puñado de monedas y las dejó encima de la barra.
– Tú… tú serás mi padrino. Te quiero mucho, amigo.
–Vale campeón, yo también te quiero. No te vayas, enseguida vuelvo –agarré las monedas y me dirigí a las cabinas.
Cuando entré en la cabina ya llevaba medio baile. Eché la moneda y la cortina metálica subió. Estaba en la cama giratoria, agachada, apoyada en las manos. Su mirada era vacía hasta que se puso de cara a mí. Entonces sonrío (siempre había pensado que las chicas no podían ver a través de los cristales).
Sus ojos verdes se clavaron en los míos. Era como si Cupido hubiese vaciado el cargador de su AK 47 en mi corazón. Me había enamorado.
La cortina bajó. Cuando volví a echar otra moneda ella ya no estaba y salí de la cabina. Había un hombre esperando para entrar; por como se le veía no necesitaría más monedas para acabar. Estaba colorado como un inglés en Mallorca.
Bueno, bueno, qué bien, te lo estás currando. He podido visualizar perfectamente la escena, la belleza de tu futura mujer es aplastante y sí, efectivamente, ese hombre está muy colorado.
ResponderEliminarMe alegra que te este gustando. Ya queda algo menos para que termine jeje
ResponderEliminarSeguro que tu has visto a más de uno así este año ¿Verdad?
Un besazo mi niña.
Muy visuales las descripciones, Raul, se pueden ver. Ahora tenemos una atracción ¿fatal? y un dinero que anda por ahí perdido...
ResponderEliminarBesitos
Elysa, poco a poco nos vamos enterando de más cosas, pero todavía queden muchas cosas.
ResponderEliminarUn abrazo preciosa.