Seguidores

martes, 9 de agosto de 2011

FUMETAMAN RETURNS.

Dibujo realizado por Raúl A Q

Tumbado sobre la cama, se miraba la herida; solamente era un rasguño. Por una parte se sintió triste, pues le hubiese gustado cauterizarse la herida con fuego y después coserla, como Rambo en Acorralado, pero con una tirita sobre el raspón quedó como nuevo.
Pensaba que su primera actuación no había salido mal, no como él esperaba, pero para ser la primera vez no podía esperar más.
Echó un vistazo al traje y vio que la camiseta estaba rasgada por el disparo.
Cogio aguja e hilo y comenzó a coser. Cuando llevaba cuatro o cinco puntadas se pinchó en el dedo. Una gota de sangre surgió de la nada.
Se dio cuenta que no solo su punto débil era el plomo, si no cualquier tipo de metal.
Mientras se chupaba el dedo miró por la ventana y observó que ya estaba muy oscuro.
El reloj marcaba las doce y cuarto; tenía que vestirse y salir deprisa. La ciudad necesitaba su ayuda.
Un coche de policía pasó por su calle a toda velocidad con la sirena puesta.
Pensó en seguir al coche, pero si iba la policía no necesitarían su ayuda y además tendría que dar muchas explicaciones.
Esta vez, antes de saltar se cercioro que el toldo estuviese recogido, como así era.
Saltó de pie; cuando estaba en el aire pensó que al caer dejaría un socavón en el suelo. Y él quería ayudar a la ciudad, no joderla.
Con un rápido movimiento sacó el látigo y una de las puntas le golpeó en la cara antes de engancharse en el balcón del segundo piso.
Se balanceó un poco y descendió despacio. Quedaban un par de metros para llegar al suelo. Saltó y cayó de pie, pero las piernas le fallaron haciéndole caer de culo, pero sin más daños que en su propia dignidad.
Al ponerse en pie pudo comprobar que la parte donde le había golpeado el látigo le ardía y el ojo le lloraba. –Seguramente sea una especie de auto defensa de mi propio cuerpo; todavía no conozco todos mis súper poderes.
Se restregó el ojo con el guante que hizo que se le irritase aun más el ojo. Por uno veía bien, por el otro veía borroso.
Intentó soltar el látigo saltando, pero no llegaba y no quería dar un súper salto por si al tirar de él, hacía que se cayese la terraza entera y lo dejó colgando; cuando volviese lo recuperaría.
Comenzó a andar hacia la zona de copas; era viernes y seguramente allí podría intervenir en un robo o en alguna pelea.
Al pasar por un callejón vio una pareja discutiendo; sería una pareja de enamorados y él en esas cosas no se metía.
Cuando se había alejado seis o siete pasos, escuchó un grito de mujer que provenía del callejón. Se giró y corrió hacia allí.
Al llegar vio que la chica estaba tirada en el suelo y el hombre encima de ella con los pantalones bajados.
Se colocó detrás de ellos con los brazos en jarras, pero ninguno se percató de su presencia. Carraspeó un poco, pero seguían sin saber que estaba allí.
Se acercó a ellos y puso una mano sobre el hombro del hombre; el violador levantó la cabeza y Fumetaman pudo ver los enormes pechos de la mujer que salían de su blusa rota; el delincuente lanzo un puñetazo contra los testículos del héroe, pero no le hizo apenas daño, pues topó con su miembro que estaba completamente erecto por la visión de la chica.
–Levántate malandrín. – ¡Joder, otra vez esa maldita palabra! Debería ponerse un día frente un espejo para ensayar   las frases que debía decir, como Robert de Niro en taxi driver.
El hombre comenzó a reírse, e incluso en la mujer pudo vislumbrar una tímida sonrisa por la dichosa palabrita.
El delincuente se levantó de un salto y encaró a Fumetaman; le sacaba una cabeza y media.
 – ¿Por qué no te metes en tus asuntos y vuelves a la fiesta de disfraces de donde te has escapado? –Dijo mientras le iba empujando contra la pared.
–No vengo de ninguna fiesta. Soy Fumetaman –contestó.
–Fumeta poyas; vete de aquí si no quieres que te rompa la cara.
La mujer se había levantado y tenía en sus manos un tubo metálico de grandes dimensiones con el que golpeó al delincuente en la cabeza dejándole inconsciente.
–No deberías haberte metido –dijo Fumetaman mirándola a las tetas; intentaba mirarla a los ojos, pero su cerebro se lo impedía.
–Deberías ir al médico. Tienes cardenales en los pechos – comentó mientras alargaba un brazo para tocárselos.
La mujer retrocedió un paso y lanzó un golpe con todas sus fuerzas contra el costado del superhéroe y salió corriendo.
Fumetaman cayó al suelo; otra vez había sido atacado con un arma de metal.
Quedó tumbado al lado del violador mientras un cigarrito de la risa salía de su bolsillo.

Si necesitas ayuda, no lo dudes y llama a “FUMETAMAN”. Pero espera un tiempo, porque creo que tiene un par de costillas rotas.

5 comentarios:

  1. "–Levántate malandrín. – ¡Joder, otra vez esa maldita palabra! Debería ponerse un día frente un espejo para ensayar las frases que debía decir, como Robert de Niro en taxi driver"

    JAJAJAJAJA, MUUY bueno, MUY. Me vino bárbaro.

    MUY bueno.

    Abrazo. jajaja, genial.

    ResponderEliminar
  2. Excelente , muy entrenenido. Excelente creatividad. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  3. jaja, me gustó también, muy bueno. El metal es la Kriptonita de Fumetaman; quizás nació en una herrería...

    Buenísimo, saludos.

    ResponderEliminar
  4. Yo creo que debe darle más al cigarrito de la risa, más que nada para contrarestar el efecto de los metales. Me cae bien este Fumetaman.

    Besitos

    ResponderEliminar
  5. Gracias a todos. Espero que pasaseis un buen rato leyendo a este superhéroe tan raro jajaja
    Unos abrazos y unos besos.

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...